Desde siempre he sentido que mi brazo izquierdo era el gran incordio en mi cuerpo, era un agente extraño que me acompañaba a todas partes y a todas horas y que estaba roto y me servía para pocas cosas. Una de las maneras que he utilizado durante mucho tiempo de mejorar y darle atención a mi brazo izquierdo era haciendo un movimientos con el derecho de tal forma que el izquierdo aprendiese de las conexiones neuronales que ejercían su poder sobre el derecho. Con paciencia y constancia y tiempo mi brazo sin duda ha adquirido más movilidad y movimiento fino. Después de tantos años mi brazo izquierdo en algunas ocasiones se ha resignado a recibir ayuda y el resto del tiempo ha aprendido a recibir ayuda. Si hay una parte de mi cuerpo que se deje ayudar, es mi brazo izquierdo. Mientras que el lado derecho de mi cuerpo y en concreto mi brazo derecho es el que te dirige, maneja, controla, en definitiva manda, no ha recibido ayuda nunca o hasta hace relativamente poco. Mi brazo derecho no concibe que necesite ayuda, esta parte de mi cuerpo siempre ha sido independiente y fuerte. De hecho no le ha quedado otro remedio. Utilizar los cubiertos, atarse un botón, sujetarse a una barra del metro… y otro sin fin de cosas a las que mi brazo izquierdo no tenía permiso ni siquiera de intentar en muchos momentos. Al cabo de los años mi hombro derecho se ha resentido de ser siempre parte del lado fuerte. Un día hace 2 años más o menos, mi brazo derecho necesitaba atención, cuidado y ayuda. Se ha resistido a recibirla, se sigue resistiendo, renunciar al control y a la sensación de omnipotencia es muy difícil. Ha llegado la hora en la que mi brazo derecho tiene que aprender del izquierdo a dejarse ayudar.
Las personas nos configuramos entre otras muchas cosas de polaridades, este es un concepto gestaltico que define los extremos de un rasgo de nuestra personalidad como por ejemplo egoísta y generoso. Otro ejemplo podría ser el de poderoso y vulnerable como he reflejado en el comienzo de este artículo. Nos expresamos y nos dejamos ser dentro de nuestros rasgos y nos acercamos más o menos a uno de los extremos de cada polaridad, de tal forma que nos proporciona una identidad. Nos asegura una definición de nosotros. Esto sería estupendo si no implicará que al movernos siempre en un extremo estamos negando el otro. La buena noticia es que podemos ser generosos y egoístas, fuertes y vulnerables etc.
¿Quién quiere ser egoísta, vulnerable, feo, aburrido? ¿Y de que sirve? Yo personalmente quiero ser egoísta, vulnerable, fea y aburrida. Quiero serlo a veces para descansar de intentar siempre ser perfecta. Para abrazar mi imperfección y ver el mundo desde otras perspectivas. Sobre todo quiero viajar entre mis polaridades porque en el camino se reconcilian y se sintonizan cuando se alimentan la una de la otra. Es decir cuando la parte egoísta aprende de la parte generosa. Cuando la parte generosa aprende la egoísta. Cada parte tiene algo único, algo importante que ofrecer a la otra. Así alcanzamos un equilibrio.
Si no exploramos todas nuestras facetas y nos acomodamos en un lado de la polaridad, no nos dejamos ser completamente y esto puede provocar muchísimo malestar con uno mismo, hay una parte olvidada y resignada. No estaremos aceptándonos tal cual somos: Seres libres que pueden expresarse del todo. Ignorar y rechazar los otros polos de nuestra forma de ser nos limita el enriquecimiento personal.
Nosotros tenemos muchísimo que aprender de nosotros mismos.
Termino con estas breves conclusiones y la propuesta de un ejercicio.
Me cuesta aceptar algunas polaridades. Saber que camino entre los extremos me hace sentir libre de ser todo lo que puedo llegar a ser. Me fascina la capacidad del ser humano de aprender de si mismo.
Os propongo un ejercicio:
- Poneros delante de un espejo
- Escribid una columna “Soy …” y los adjetivos con los que sintáis identificados y sintáis que os definen.
- Leedla en voz alta mientras os miráis al espejo.
- En otro papel, escribid “Soy …” y la lista de los antónimos de los adjetivos que escribisteis en la primera columna.
- Leedla en alto mientras os miráis en el espejo.
- En un tercer papel escribid junto a cada adjetivo “y “el opuesto del adjetivo”.
- Leedla en alto delante del espejo.
Responderos a vosotros mismos las siguientes preguntas
De las 3 columnas:
¿Con qué columna me siento más cómodo?
¿Con que columna me siento más incómodo?
¿Qué columna me gustaba más?
¿Qué columna me definía mejor?
L.G-A.V
Una respuesta
Que sorpresa tan agradable y enriquecedora ha sido leerte. Gracias!