La vulnerabilidad nos conecta.

Hay una parte de mi ahora mismo que pone en duda si es buena idea, hablar de mi vulnerabilidad en un artículo que puedan leer posibles pacientes. Considero que si lo es, por un lado los psicoterapeutas somos igualmente humanos como el resto y por otro lado no me parece auténtico no hablar desde mi experiencia, cuando hablo de vulnerabilidad. De que sirve decir: deja que tu vulnerabilidad se muestre. Si yo no lo hago como figura ejemplar. Seré espejo de fortalezas y vulnerabilidades.

Photo taken from "The lifestyle Maven"
Photo taken from «The lifestyle Maven»

Llevo un fin de semana y la semana pasada en general muy metida en el tema de la vulnerabilidad. He conectado con mi parte vulnerable y la he dejado estar, ha sido bastante difícil no ignorarla y rechazarla como he llegado a hacer tantas otras veces. Al mirar mi vulnerabilidad, aunque haya sido con cierto reparo y miedo, esta se ha desenroscado, como si un fósil dejase de serlo y ha salido de su hueco para llorar sus miedos, sus penas y su dolor. Además he estado viendo varios videos de Brené Brown (investigadora americana, trabajadora social y autora de varios libros) en los que habla largo y tendido sobre la vulnerabilidad. Por otro lado he vuelto a leer y a ver alguna entrevista de Amanda Palmer ( Cantante, autora y artista) donde también habla y refleja la importancia de tomar el riesgo y ser vulnerable.

De tal manera que inspirada por ellas procedo a contaros lo que he aprendido sobre mi vulnerabilidad, es decir la vulnerabilidad.

Un secreto que le cuenta por primera vez una niña a su mejor amiga, una conversación hasta altas horas de la madrugada con alguien que te cuenta lo bien y lo mal que lo ha pasado en la vida. Llamar por teléfono y decir “lo siento, me equivoqué”. Enseñarle a los demás un escrito, un dibujo, un cuadro, una pieza de música que tú has creado y esperar a que te den su opinión. Hablar en público. Ser el primero en decir “te quiero” “te echo de menos” “eres muy importante para mi”. Decir lo que necesitas. Pedir. Todo esto nos hace vulnerables y muchos más ejemplos que se os vendrán a la cabeza. Lo que tienen en común todas estas situaciones es que, se necesita valor para hacerlo. Abres tu corazón y ofreces lo que tienes. Hay que ser valiente para salir al escenario y decir “ tengo estas heridas, estoy cansado, no puedo solo, os pido ayuda”. Esto conlleva un riesgo, puede que no te den la ayuda y eso nos hace sentir varias emociones a raíz del dolor que esta negativa supone: tristeza, rabia y vergüenza. La tristeza y la rabia vienen impulsadas por una parte de nosotros que se siente rechazado, ignorado, impotente. La vergüenza es, en mi opinión, más destructiva, viene de nuestra parte autocrítica negativa ( la parte crítica constructiva es otra) y nos dice “ ves: no eres suficiente para el/ ella. ¿Quién te crees que eres para pensar que lo que has escrito/dibujado/creado es bueno? “no vales nada”. La vergüenza ataca nuestra validez como personas. A nadie le gusta sentir vergüenza. Por eso procuramos no mostrarnos vulnerables.

Vergüenza y vulnerabilidad van muy de la mano, porque nadie nos juzga tanto como nosotros mismos. Precisamente yo comenzaba este artículo diciendo ¿me atrevo a decir que llevo una semana conectada con mi vulnerabilidad, qué pensarán los posibles pacientes? Vivimos en una sociedad en la que se valora ser “el ganador, el fuerte, el que puede con todo” y como decía en el artículo previo sobre este mismo tema, sentirse vulnerable es sinónimo de ser débil. Educarnos los unos a los otros haciéndonos creer que podemos con todo nosotros solos es un gravísimo error. No es real, de aquí probablemente venga la necesidad control absoluta del ser humano sobre todo lo demás y de aquí viene también la imagen que es seductora por encima de todo lo demás “el chico malo” “la chica mala”( fuerte, duro, nunca pide ayuda, no muestra sus emociones). Sin embargo a todos nos ha gustado la persona que se hace la dura pero que en el fondo tiene un corazón sensible. La fuerza nos atraerá y la vulnerabilidad nos conecta. Por eso nos gustan los corazones sensibles. Por eso a lo largo del tiempo, admiramos más a la “gente buena” que a la “gente inteligente”.

En consulta sucede lo mismo, cuando el paciente muestra sus heridas más profundas es cuando se abre para que el terapeuta pueda tenderle la mano. Otras veces el terapeuta puede compartir algo que supuso ser vulnerable personalmente, con el paciente pudiendo así normalizar la expresión de la vulnerabilidad. Como psicoterapeuta creo que el mejor ejemplo que podemos dar es, ser nosotros mismos y ello implica mirar a toda nuestra persona con amor, con respeto y acoger todo lo que nos conforma, nuestra parte vulnerable incluida.

Para concluir quiero recalcar que se necesita la fortaleza y la vulnerabilidad, para vivir plenamente. Aunque de miedo, como diría Adyashanti, monje y experto en meditación, el miedo es la puerta de entrada. Si aparece el miedo ante una parte vulnerable de nosotros mismos, esa es la puerta. Solo hay que girar el picaporte y acercar la puerta a ti (no empujar el miedo, acercarlo a ti, aceptarlo, acogerlo, escucharlo) y cruzar la puerta. Hacer todo esto solo, es posible, hacerlo acompañado, por un terapeuta por ejemplo, es más fácil. A fin de cuentas si te permites ser acompañado, el miedo será más pequeño, ya habrás tenido el valor de pedir ayuda y mostrarte vulnerable.

L.G-A.V. 

Artículo Anterior sobre Vulnerabilidad:

La vulnerabilidad es mi fuerza.

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